Nata y chocolate

Lucía era la niña más feliz del mundo, caminando de la mano de su papá, el más guapo de los príncipes. Iban a comprarle un helado de nata y chocolate.

Al entrar en el hospital militar, se imaginó que estaba en un palacio, y que aquellos señores vestidos de blanco con botas negras eran los mejores heladeros de toda Italia. Uno de ellos, la sentó en sus rodillas mientras otro le decía que abriese su boquita de fresa. Ella obedeció, pensando que iba a comerse el más rico de los helados.

Con la extracción, la sangre brotaba imparable. Para Lucía , todo era rojo ahora. Lloró, chilló, pataleó.Y después se hizo bruscamente de noche. Despertó en su cama, asustada, con su papá enfrente, convertido en un monstruo terrible. Tardaría muchos años en entender lo que pasó y perdonarle.

© Coeliquore

17 Respuestas a “Nata y chocolate

  1. El padre de un amigo me contó una vez que a su pueblo acudía todos los inviernos un barbero. Daban un bando y convocaba a todos los niños entre 3 y 6 años en la plaza. Y allí les extirpaba las agmídalas , también sin anestesia.¡ Qué barbaridad!

  2. nada, nunca me salen tus actualizaciones en el blogroll, no me entero! bueno, no problem, me voy pasando. anyway. menos mal que el comentario de chusa me ha hecho comprender, o intuir, al menos, porque me estaba imaginando unas cosas rarísimas con el relato, terribles. tienes buena mano escribiendo, eh? GOODWORK!

  3. Me ha pasado como a Raúl, la historia de Lucía se me antojaba un tanto de película de terror en la que podía pasar cualquier cosa.
    Menos mal que Chusa, intuyo muy inteligente, ha sabido interpretar con éxito el por qué del miedo y del odio de la princesita. Pobrecita niña, que manera de romperle la inocencia. Con tres añitos, que lástima.
    Un día de éstos te llamaré para quedar?
    Un besito.

    • ¡Hombre, César!!: no me había dado cuenta de que eras tú…como has usado la dirección de tu hermana Svenska.Pon, para la próxima, la tuya,¿ok?
      Sí,claro, vale. Cualquier día de estos,bien.
      B7

  4. Quería que el lector se imaginara la situación sin dar demasiados detalles, y ceñirme al concepto de microrrelato.Pero sí, menos mal que Chusa acertó con la explicación, porque de aquí
    podría haber salido de todo…
    Una barbaridad, muy propia de la época franquista, ¿por qué será?
    A la niña le quitaron la ilusión de golpe. Y el confiar en su padre, y el gusto por los helados de chocolate…uffff

  5. Luego vineron los años de psiquiatras, de subestima y de confiar en los demás.
    Lucía fue inocente para siempre y no fue hasta adulta, cuando comprendió que de entre todos los sabores a descubrir, el del chocolate fue el que más le gustó.

    • Que fue un trauma, totalmente de acuerdo.Fue engañada, sólo tenía tres años,por la persona que más quería: su propio padre. Eso le llevó a desconfiar cuando le proponían algo, y ya no iba a ciegas a ningún sitio. Quizás necesitó a algún que otro psiquiatra para superar sus miedos.
      El redescubrimiento del chocolate en la edad adulta es una forma de darle un final feliz. Me gusta.

  6. Pues a mí, me ha costado un poco entrar a comentar este relato, porque me quedé paralizada al leerlo. No sabía ni qué decir …
    La verdad es que conociéndote como creo conocerte se me ha entojado de nuevo ese doble sentido con el que sueles jugar …
    Pensaba que se trataba de una denuncia a los abusos infantiles.
    Aunque no se trate de ello, como comentais, bien serviría para hacerlo. El hecho de ver la resolución del misterio, «las amígdalas», me ha dejado más tranquila. Jolín pero ¡Qué fuerrrrrte!
    ¡Ay!

    • Se trata de un abuso infantil, aunque no sea de carácter sexual.Y, por lo tanto, sí es una denuncia de unas prácticas tremendas.
      Los hombres de blanco con botas negras eran médicos del hospital militar. Lucía tuvo más suerte que el padre del amigo de Chusa, al que un barbero le quitó las amígdalas. Pero la violencia, y la brutalidad del acto fue similar.
      Quizás escribí el microrrelato tan corto, que me dejé detalles en el tintero y eso provocó la ambigÜedad y los malentendidos. So sorry.
      De todas formas, sí, me encanta jugar con los dobles sentidos. Aunque aquí estaba siendo de lo más literal.

  7. Que lástima de niña, me la imagino en esa silla grande, tosca y retorciéndose de dolor en la falda de su adorado padre y con unas manos que le debieron parecer monstruosas, hurgándola dentro su boquita para luego sentir la rasgadura de su garganta. UFF!!!
    Esa frase tan famosa que dice…»lo hago por tu bien», que se la cuenten a Lucía.
    La ley del miedo es terrible, nos conduce a convertir en naturales muchas prácticas escandalosas que son cotidianas.
    Un beso, niña.

  8. Prácticamente, todos los de mi generación pasamos por ésto. Y nos decían que curtía. Además, algunos fuimos agraciados con premio doble: ser hijos de militar en época de dictadura. Doble bofetada.
    Te recomiendo cualquier lectura de la alemana Alice Miller, sobre la ley del miedo y la «pedagogía negra». Uno de sus libros se llama precisamente «Por tu propio bien»: imprescindible.
    Un besito y bienvenido.

  9. Me alegro de haber salido de dudas sobre el relato.Me pareció otras cosa bien distinta.
    Sólo una pregunta….¿Por qué Lucía y luego Irene?
    wow.

    • Jajaja… pues porque me equivoqué, fui deprisa con la corrección y contestado al comentario del cuento anterior, confundí el nombre del personaje…
      ¡Qué sería de mí sin mis lectores!!!!!!!!!.
      Gracias y beso.

  10. Hola princesa!!! por fín he vuelto de Rusia, hace una semana que me he instalado y ya tengo internet, tenía que utilizar el de mi querida hermana.
    Veo que tu blog sigue tan activo como tu, eres incombustible. Me encanta leerlo. Escribes unos relatos estupendos.
    Nos veremos muy pronto…
    AHHH!!! Y no hagamos demasiado caso de nuestras tristezas infantiles que no nos aportan nada bueno, no nos tiremos piedras.
    Besos mil, niña.

  11. Por fin con tu propia dirección,bien. Además, sales muy favorecido, mitad alubia mitad guisante…jajaja.
    No, la infancia queda ya en el pasado: no hay rencor. Pero conviene no olvidar, para no repetirlo en los que vienen detrás, ¿no crees?
    Besitos

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